El marido, en su lecho de muerte, llama a su mujer. Con voz ronca y ya débil, le dice:
- Muy bien, llegó mi hora, pero antes quiero hacerte una confesión.
- No, no, tranquilo, tu no debes hacer ningún esfuerzo.
- Pero, mujer, es preciso - insiste el marido -. Es preciso morir en paz. Te quiero confesar algo.
- Está bien, está bien. ¡Habla!
- He tenido relaciones con tu hermana, tu mamá y tu mejor amiga.
- Lo sé, lo sé... ¡¡¡Por eso te envenené, hijo de puta!!!
viernes, 5 de enero de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario